Bueno, antes de nada, gracias por venir.
La historia es por todos de sobra conocida: un ser ficticio, invisible, intangible e inexistente que debe ser escrito en mayúsculas (como por ejemplo, éste) decidió darle a los humanos el don del Libre Albedrío, para que pudieran hacer con él lo que les viniese en gana.
A partir de ahí, todo fueron risas y buenos momentos. O no. O sí, al menos, menos en Dresde, Hiroshima y Chernóbil.
Los ángeles, en cambio, no tenían libre albedrío. Y como no lo tenían, no presentaron a su líder ninguna reclamación enérgica ni acabaron liándose a palos entre ellos para acabar con media plantilla en otro lugar con peores vistas.
Cuarenta mil años después de aquello, si hacemos caso de esa cifra dada al azar, un servidor se honra de presentarles este lugar, pequeño, entrañable y, para que engañarnos: invisible, intangible e inexistente.
viernes, 9 de abril de 2010
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