sábado, 25 de junio de 2011

A pie de página

Qué1 mundo2 hemos3 creado4.

1) Aún se perpetúa el debate ya no sobre el uso, desuso o abuso de las admirativas e interrogativas indirectas, sino sobre su misma existencia. En un caso descontextualizado como el que aquí se presenta, el asunto se regenera violentamente. ¿Plantea una pregunta? ¿Una pregunta retórica, acaso? ¿O no será bien una admiración , sea fruto del desánimo o la sorpresa? Esta conjunción, diabólicamente acentuada, sabe que nos transmite una cantidad y calidad de información escandalosa. Lo que no nos dice es en qué dirección ni a santo de qué propósito. Un lector atento habría de sentirse absolutamente desconcertado.

2) Ciertos recursos retóricos, véase aquí una metonimia, cuánto más básicos más potentes son. Por varios motivos. Primero porque pasan descaradamente disimulados, fosilizados en el lenguaje. Segundo, vital, porque a un nivel primario los recursos comparten una quintaesencia que los puede hacer indistinguibles. ¿De veras es una metonimia? ¿Usamos 'mundo' como punta de iceberg de un concepto que agrupa a toda la gente, díganse humanos, con sus respectivas culturas, sociedades y organizaciones? ¿E incluiría ello el planeta y la suma de su naturaleza más sus transformaciones posteriores, sean arbitrarias o no? Quizá sea sólo una hipérbole constructivista. Quizá se refiera sólo al pequeño mundo que rodea a quien lo nombra, con sus pequeñas relaciones e incidencias. Será que por "mundo" entendemos sólo a ese trocito de mundo que podemos asumir como propio, cercano, banal y prosaico, pero al que tanta importancia le damos. Medir el mundo dentro de la propia vida, extrayéndolo de la escala geológica, merecería ser bautizado como yomimécentrismo, que debe ser un estatus cariñoso e inofensivo del egocentrismo feúcho de los libros de psicología. Por lo tanto, la idea de que un mundo pueda ser metonimia e hipérbole simultáneamente sólo puede explicarse, tal como hemos adelantado, llevando ambos recursos al grado extremo más primario. Como retruécano final, destáquese del valor de aquello que no se escribe: la sencilla inclusión de un adjetivo cualquiera nos llevaría al peligroso ojo de huracán de añadir un epíteto o, atención, atención, una presopopeya a la lista.

3) El uso de la primera persona del plural cuando el orador es, evidentemente, una figura singular, es un ejercicio de funambulismo estilístico. Osémonos preguntarnos hasta donde abarca el plural, esa marea de sesos que torpemente se comunica y brillantemente se incomunica consigo mismo y los demás. ¿Y qué debe sentir el interlocutor? ¿Querrá o no incluirse en el enunciado, podrá o deberá unirse a ese plural adonde se ha visto arrastrado, avistará el horizonte del plural o será un baluarte del mismo? Posteriormente, especulemos sobre el porqué de los tiempos compuestos. El verbo haber, eje del ecosistema semántico, es tan grosero...sabemos que está ahí para acotar el tiempo de la acción, pero es poco reacio a dejarse escudriñar a través de la tinta, protegiendo a la vez al sujeto elíptico, quien se esconde, sin duda, por muchos más motivos que la simple economía lingüística.

4) Verbo "crear". Sirve para crear problemas. Será que creamos cosas aglutinando y apachurrando las que ya hay existentes. También es posible que creemos de la nada, o que creamos que creamos, que es como decir que "creo que creas". El verbo crear está intoxicado de fe, de la necesidad de creer que realmente se puede crear algo. "Crear" es un sinónimo tirano de moldear, limar, tornear, embellecer, e incluso, el colmo de los inclusos, destruir. Crear incluye no uno ni dos, sino infinidad de aunes, porque crear es incluir ya existente junto a algo ya existente o, y con esto prometo que acabo, extraer algo existente de algo inexistente hace un momento. Como crear amor5.