domingo, 29 de mayo de 2011

El Sistema. Y punto.

Sea cual sea su índole, todo sistema está diseñado para autoperpetuarse.

Y no habría mucho más de que hablar si no fuera por la terca intromisión de la dichosa segunda ley de la termodinámica. Sin embargo, destáquese que por 'sistema' también nos referimos a sistemas políticos, económicos y de otros muchos tipos que poco o nada tienen que ver con reacciones químicas o físicas. O sí, porque en esencia el Universo funciona más o menos igual a todos los niveles y tanto le da que los humanitos apliquemos sus leyes a cualesquiera cosas que nos atañan.

Resulta que vivimos sumergidos en un sistema, dígase político-económico, que oh, sorpresa, también está diseñado para autoperpetuarse. Las constantes llamadas a los ciudadanos para que ejerzan su derecho a voto no pueden evitar desprender un tufo a intento de realimentación de un sistema que funcionar, funciona. Lo que no consigue es cumplir la función que vende, que es servir.

Me explico desde el principio. El Sistema (ahora sí, en mayúsculas), gracias a una ley electoral discutible, está diseñado para perpetuarse. El desenlace electoral será intrascendente. Habrá dos partidos mayoritarios que abandonaron sus discursos trasnochados hace décadas a cambio de una sempiterna promesa de cambio. Le seguirán los partidos pseudoautonómicos con sus respectivas promesas de cambio, que cumplen la función de (des)equilibrar el juego de fuerzas, el tira y afloja de la casta parlamentaria. Finalmente, partiditos que según tengan más o menos éxito y más o menos más financiación, lucharán por ascender de categoría a base de otra ristra de cambios dejados a deber. En la cara oculta del Sistema, el eterno chantaje de la banca, las corporaciones y los lobbies (¡cabildos!). Todos los componentes de este juego de engranajes están atrapados en su propia necesidad de autoperpetuidad, aportando la energía necesaria al Sistema para contrarrestar la fuga entrópica e inherente. ¿Y esa energía de dónde sale? De la plebe. Y la plebe, cuando se agota, se cabrea.

Pregunto yo ¿qué tienen en común, por ejemplo, el Parlamento, Repsol, la CEOE y el BBVA? ¿La OMC, la Bolsa y Nike?

Que todos, indistintamente, quieren, necesitan, perpetuar el Sistema. A un nivel subatómico es legítimo, porque fueron diseñados para eso. A un nivel moral es desastroso, porque sus necesidades están supeditadas  a la aceleración del ciclo entrópico de otros sistemas mucho más pequeños (familias, comunidades, lagos y mares, ciudades e incluso países). No hablaré ahora de qué mecanismos o herramientas se usan para ello, porque son tristemente ya conocidas.

Hablaremos, porque ese era el único objetivo, de esa gente de nuestras plazas, de las #acampadas, de los #indignados. De ellos. De nosotros. Oirán que tal manifestación espontánea está condenada al fracaso. Quién diga eso es porque sabe subconscientemente que esas manifestaciones no están diseñadas para autoperpetuarse, por lo que no pueden competir contra el Sistema porque no están en el mismo plano. Dicho de otra forma, porque al Sistema tanto le da que sea invierno o verano.

Para que un conflicto -dicho aquí en el uso más elástico del término- sea real, necesitan que ambos contrincantes se hallen en el mismo plano. Ello ocurrió el pasado viernes, cuando el Sistema legitimó a su oponente. Lo hizo real. Dio magnitud de problema a una cosa que no lo era y, mejor aún, indicó a las #acampadas que estaban yendo por el buen camino. El Sistema es tonto, cómo no nos habíamos dado cuenta antes, cuando creíamos que todo estaba perfectamente orquestado por publicistas, economistas y sátrapas goebbelsianos

¿Y por qué se defiende el Sistema? ¿Se siente atacado acaso? 
¿Y de quién? ¿De plebeyos que piden mejoras?
¿Cómo se defiende? Esta sí os la respondo: mal. El Sistema debería haber respondido dando una respuesta unitaria, donde todos los partidos se comprometían a renovar su cansina promesa de cambio. La casta política debería haber pedido a los poderes fácticos un crédito de tiempo. Pero no se hizo nada de todo eso. El propio juego de poderes que generaba la inercia parlamentaria se caló al querer subir una cuesta con una marcha demasiado larga. Simultáneamente, gente eficaz compartía sus conocimientos de logística, sonido, derecho, community management y demás dejando en ridículo a la lenta y torpe maquinaria de las administraciones públicas. Hacer un uso cruel y estúpido de los cuerpos de seguridad sólo (y es un graaan "sólo") puede explicarse desde la óptica de un Govern que cree que puede atajar el caos echándole el muerto a un político desconocido hasta hace poco. La buro-idea es que el Sr. Puig desaparezca del escaparate político y se jubile con su maldita paga íntegra para que el resto de su partido salga incólume e impoluto. Es una idea la mar de inocente, pero hay que estar avizor no nos la quieran dar con queso.

Se dirá que los indignados no conseguirán nada, o sólo unas peticiones vagas. Pues a mí me parece honrado que así sea. Me parece congruente. Me parece que las #acampadas, al nacer del caos, necesitan establecer un orden lo más líquido posible. También creo firmemente que pedir el Gran Cambio es irrazonable, pero pedir un cambio, sólo uno, no lo es. Si sólo se cumpliese una sola de las pancartas de la plaza, se habría conseguido más que en treinta años de un Sistema secuestrado por sus elementos visibles (partidos, parlamentos y demás) a la vez que rehén de elementos invisibles (los de siempre).

Aquellos que critican que no se conseguirán los objetivos de las plazas no caen en algo evidente: que el objetivo no es cumplirlos todos, es cumplir sólo uno, uno cualquiera. El conseguir un pequeño cambio, una ranura en el Sistema. Desmitificar que el cambio sólo es posible a través de políticos que prometen cambios. Recuperar las reglas del juego originales y, aunque no podamos deshacer la partida, seguir jugando limpiamente a partir de ahora. Si ello debe hacerse explotando los defectos que el Sistema ha dejado para cubrirse de una pátina de moralina (sean iniciativas ciudadanas o lo que sea), así sea. Algunos políticos vendieron su alma al diablo -eso es, al pueblo llano- para ascender y por eso a día de hoy las murallas del Sistema están llenas de túneles y puertas secretas.

Mucha gente no quiere involucrarse por las plazas porque dicen que son de derechas y cosas así, "porque ya les va bien como están las cosas". Al margen del analfabetismo político que entraña decir tal cosa, debemos recordar que los auténticamente beneficiados del Sistema tal como ahora está no son los de derechas, ni serán los de izquierdas, ni la extinta UCD. Son los de arriba.

Los de arriba vendieron a los de en medio que también estarían arriba si bajaban un poco más a los de abajo. Muchos de abajo creyeron que si chafaban a los de debajo podrían subir y ponerse en medio. Ahora, el retruécano final es vender a los de en medio, y a más de uno de abajo también, que el Sistema está bien como está y que, si no se indignan, será porque están cerquita de subir un escaloncito más. Falacias. Corruptelas propias de gente con el ánima estriada.

Hemos hablado mucho sobre El Cambio. Creo que gracias a Seattle, Génova, Sol y lo que sea, muchos han obrado cambios a título personal. A veces grandes, a veces pequeños, pero cambios al fin y al cabo. Y si me permitís la licencia de parafrasear a Gandhi a mi manera, diré que la suma esos cambios personales son el espíritu que permitirá un Cambio, uno de veras y por pequeño que sea, del Sistema. 

También, y con esto acabo, es posible que haya mucho escéptico suelto. Siempre los habrá. No os preocupéis. Cada uno de los pequeños logros irá atrayendo más y más escépticos. A fin de cuentas, el pueblo le reclama al Sistema el cambio que tantas veces le ha vendido y que nunca le ha dado. Y usando un lenguaje que los de arriba puedan entender: "o me das mi piso (el cambio prometido) o me devuelves las arras (mi voto ergo mi confianza en ti)"

En fin. que todo Sistema está diseñado para autoperpetuarse.
¡Seamos la Entropía en vez del combustible!

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