viernes, 6 de agosto de 2010

Deshaciendo el ovillo de la tauromaquia

"Creo que existen considerables evidencias de que las corridas de toros son una práctica cruel que inflige de forma pública un dolor atroz a animales inocentes y sintientes."
Dalái Lama

Siempre es recomendable, a la hora de resolver un conflicto, retrasar las posiciones de ambos bandos hasta un lugar común. En el caso de la tauromaquia, ese punto está más o menos entre Creta y Atenas, donde la tauromaquia cretense, como rito de iniciación, parece un lugar de partida idóneo. Todavía se debate si ese rito atañía sólo a hombres casaderos o también a mujeres, ya que sobre la sociedad cretense -la talasocracia- no sabemos todo que lo nos gustaría saber. En cualquier caso, el culto al toro como elemento primigenio, como animal salvaje domesticable y símbolo de bonanza, ya vino heredado de las sociedades transitorias del nomadismo al sedentarismo algunos milenios antes. 
De hecho, si me permiten el apunte, el toro, junto al gato, es indisoluble de la historia neolítica del litoral mediterráneo, de la misma forma que lo son el cerdo y el perro en el norte e interior de Europa.

Por ahí en medio nace la leyenda del Minotauro. Leyenda para nosotros. Para la arcaica Atenas, hija desheredada de la minoica Cnosos, era más que cierta. Toda una recreación de los tiempos previos a la consolidación de la polis continental y al colapso económico de la isla, cuando la primera aún rendía tributo a la segunda.

Rápido resumen: Ariadna era la hija de Minos, rey de Creta. Gracias a un ovillo de lana que ella misma urdió y una espada consigue que Teseo, hijo pródigo de Atenas de quien se enamora, pueda salir del laberinto (del griego λαβύρινθος y de ahí del griego clásico λάβρυς, que era el hacha de doble filo minoica) después de matar al Minotauro cuando éste dormía.
Posteriormente, Teseo abandona de mala manera a Ariadna en una isla, donde es rescatada por Dionisios con quien posteriormente, tras varias tribulaciones, se casará y será eternamente feliz en el Olimpo.

Cómo puede ser que Teseo haya pasado a la historia como un héroe, tras matar al minotauro (hermano de Ariadna) mientras dormía y gracias a Ariadna, a quien no sólo le corresponde su amor sino que además la abandona, es un misterio para un humilde servidor. Lo que es evidente es que Teseo no reúne las virtudes heroicas clásicas, quizá por no tener sangre olímpica en sus venas. A efectos prácticos, Teseo bueno, Minotauro malo, aunque parece que valdría la pena reinterpretar el mito otorgando al mediobravo un aura de monstruo incomprendido a lo Bestia Disney/Fantasma de la Ópera/Jorobado de Nôtre-Dame.

Sea como fuere, los helenos introdujeron el culto al toro en la península a través de su colonia Ampurias (mercado y de ahí la palabra 'Emporio') donde se sincretizó con los cultos de los íberos indigetes de la zona. Si bien es evidente que la tauromaquia cretense ya no se practicaba como tal, a buen seguro que ciertos festejos incorporaban al toro como elemento, bien como participante o bien como sacrificio. El toro era un icono de fertilidad y poder, símbolo del propio Zeus, y como tal era adorado.

Ahora, permítanme una sutil elipsis de casi 25 siglos hasta la época de Goya. La Ilustración pasó de puntillas por la península, los franceses malvendieron Florida, Fernando VII fue un soberano gilipollas y nuestro ídolo patrio, el Timbaler del Bruc, es tan real como Curro Jiménez o tan irreal como Águila Roja, pero sin serie propia. Ahí la Iglesia y la Autoridad Pertinente ya defendían las corridas tal y como las conocemos ahora. Es decir, un espectáculo machista y sangriento amparado por una retórica pútrida que habla del Respetable y el Entendido, el bravo Astado y el Matador -creando una mitología propia de Coliseo romano.




Es importante destacar ciertos aspectos. Primero, que in-du-da-ble-men-te existe una estética en el arte de la Tauromaquia, avalada por antagónicos contrastes. El torero, en su traje de luces; el toro, negro como la oscuridad. El hombre y la bestia. Lo urbano y lo rural. Dios y la Naturaleza. La espada y los cuernos. El temple y la furia, los linajes de toreros y las estirpes de toros. El entrenamiento y la crianza. En toda regla, una completa metáfora capaz de abarcar desde la España feudal hasta la España de Buñuel.

Segundo, se aprecia que el toro posea trapío -carácter y estampa. Durante la suerte de varas se valorará la bravura del animal, que deberá arremeter contra el picador y el equino. Su agilidad y constitución serán claves en la suerte de banderillas, donde un toro débil o mal alimentado se rendiría. Finalmente, el toro debe humillarse -bajar la bien la cabeza- ante el torero a cada pase de capote, sea de verónica, natural u otro tipo; a la vez que ose sin reparos -sin dudar, sin dar pasos atrás- embestir el engaño del torero en su suerte final (llamada suerte de matar, sin más). En total, quince minutos donde sólo los mejores toros pueden ganarse el preciado indulto y jubilarse como reproductores para perpetuar su herencia. Si no se gana tal gracia, se agradece que se trague su muerte, oséase, que muera con la boca cerrada. Al profano, debe decírsele que cada toro se divide en tres tercios que a su vez se dividen en las distintas suertes, pero tampoco estamos aquí por la labor de enumerarlas todas.

Sin embargo, como en todo duelo entre nuestra especie y la fauna, nuestro atrofiado estómago juega un papel clave. El toro, durante las horas previas a su milla verde particular, se le encierra a oscuras y en silencio, para que el rugir del coso -la plaza, la arena- lo sobreestimule. Son práctica común también atarle lastres al cuello, untarle grasa en los ojos o usar algún tipo de urticante en las patas. 
Esa especie de ankus o lanza que lleva el picador lleva generaciones de ventaja a la hora de desgarrar el entrecostillar del bicho. El caballo, antaño elemento también adorado, raramente vivirá más de un puñado de corridas, víctima de daños internos cuando no directamente empalamientos. La barda de mimbre que los protege es absolutamente inútil, y su único fin es evitar que el público vea las heridas que el toro le produce cuando el picador lo rejonea. Parece ser que el sufrimiento del caballo sí preocupa a los asistentes.

No hay que olvidar en ningún momento que el toro es un herbívoro (como la vaca, leñe) y, como tal, su instinto ante una amenaza si no ha de proteger a sus crías, es huir. El dolor de las banderillas, de las cuales hay diversos tipos a cada cual más (se busca adjetivo), busca crear la antinatural reacción de atacar. Para rematar la faena, el estoque o espada debe seccionar al toro entre los omóplatos y llegar al corazón, cosa que requiere, todo sea dicho, una precisión quirúrgica que raramente se consigue, siendo más habitual que el toro muera descabellado, fruto del corte de la médula espinal y varias arterias vitales, ahogado en su propia sangre.

Recapacitemos. Si se tratase de salvar una tradición ¿podríanse, especula un servidor, sustituirse los daños al animal por algún tipo de sensor electrónico, tipo esgrima? y el torero ¿no merece acaso también una protección más adecuada?
Añádase ¿es algo valioso la tauromaquia como para exportarla? Si bien en casi toda Sudamérica se prohibieron a principios del s.XX, están en boga en China y otros lugares allende Europa (en Texas, cómo no). Por exportar tradiciones, que sean las Fallas, los castellers, la moda ibicenca, la paella y las lesiones de Kaká. 

28 de julio de 2010: Diecinueve años más tarde que Canarias, el Parlament de Cataluña, siguiendo una ILP (Iniciativa Legislativa Popular), prohíbe las corridas de toros a partir del 1 de enero de 2012.
Esa ILP, sin ningún interés nacionalista (véase íntegra aquí) consigue miles de firmas en pocos meses, entre ellas la mía en Portal del Ángel. Numerosos colectivos internacionales, como PETA, aplauden la votación. El domingo siguiente, en la Monumental, suena Els Segadors y José Tomás besa la senyera. Cualquier día el Tito Paco levanta la cabeza y se pone a dar clases de catalán en la Pompeu. 

Hasta aquí la historia de la tauromaquia, resumida en quince minutos. De pequeño, veía corridas de toros cada domingo por la tele, una Elbe, con mi padre. A él le chiflaban. Pero en el siglo XXI, pese a su antropológicamente interesantísimo origen y pervivencia, ya no hay lugar. Lo siento.

Eso sí, como prohíban el boxeo pillaré tal cabreo que en vez de quince minutos le dedicaré doce asaltos al tema.

Como siempre, gracias por la atención. En Albedrío que cada cual haga lo que le plazca, pero basta de torturar animales por capricho. Vale que a partir de San José se puede comprar carne de lidia en La Boquería, pero no creo que sea algo crucial en nuestra dieta. Si diera para hacer foie... ¡pero al menos las ocas no mueren en público!


- ¿Conejo a la brasa?
- ¿Pato a la naranja?




Podéis insistir en el tema siguiendo los diferentes enlaces sembrados por el texto y con la siguiente selección de bibliografía internáutica, donde no he tenido reparos en enmerdarme con lo peor de cada clan:

Tipos de lances:

Enciclopedia taurina:


El trato al toro en la corrida:



Los que iniciaron la ILP en Cataluña:

En la wikipedia, todo bien explicadito:

Portal colombiano de tauromaquia, allá ustedes:

Un blog que también trata del tema casi como aquí:

¿Sufre el toro?

10 comentarios:

  1. ¿Pedro, cómo puedes decir que no ha habido intereses nacionalistas, si no se ha hecho nada en contra de otras "fiestas nacionales" más "de la terra" como los correbous y toros embolados? Si se intenta acabar con los espectáculos en los que se hace sufrir a los animales, ¿por qué no acabar con TODOS a la vez? En el caso de Canarias se prohibieron todos los espectáculos en los que se hiciese sufrir a un animal (vale que las peleas de gallos no fueron prohibidas) aquí podría haberse hecho lo mismo.

    Cuando se acabó con la esclavitud en cada país, se prohibió del todo, no paulatinamente: ahora en las minas después en el servicio doméstico. Los intereses políticos, haberlos haylos.

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  2. Buf. Sé que es un debate controvertido. Pero la ILP, en su origen, es de índole 'animalista', no nacionalista, aunque es evidente que por el largo camino hasta la abolición se han sumado muchos que han mezclado cosas que no hay que mezclar. Es como el fútbol, a grandes trazos. El fútbol es fútbol y los toros son toros, y no debería haber banderas ni himnos en ninguna de las dos cosas, salvo las propias de cada club.

    Gracias, Anna, por tu incansable ánimo; y gracias, Sergio, por participar. Deduzco/deseo que si tu comentario sólo trata de esa arista ¡será porque el resto del poliedro te ha gustado!

    (El tema dels bous embolats me parece una barbarie equiparable. Abolición también)

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  3. Por supuesto que me ha gustado, has sabido sintetizar unos 3 milenios en poco más de 300 palabras de manera más que amena.

    Lo que me enerva es el uso político y que desde el principio no se haya incicido en TODOS los espectáculos taurinos o con animales (con sufrimiento, claro), sobre todo teniendo en cuenta que los grupos que se han adherido a la propuesta son pro-animales.

    Siempre me parecieron más bárbaros los toros embolados que las corridas; en definitiva el toro en el ruedo se puede defender. La cuestión de si los untan con sustancias que impidan su visión y etc. y el tema de los caballos es otra cosa.

    Saludos.

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  4. La ILP de Cataluña y la que hubo en su momento en Canarias incluyeron respectivamente apartados para 'bous embolats' y peleas de gallos.

    Sin embargo, tuvieron que renunciar a medio camino para que pudiesen prosperar en las votaciones.

    Lo más curioso es que el culto al toro se introdujese por lo que ahora es Cataluña, de la misma forma que la lidia moderna empezase en Navarra (aunque luego fue sustituida por las escuelas andaluzas). Si es que los pobres toros no entienden de fronteras...

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  5. Sergio in the rocks7 de agosto de 2010, 16:25

    Más bien los nacionalistas no leen mucha historia...

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  6. Al respecto puedo cometar que, en Creta, el "toreo" nace como una danza, la "danza toro" o "danza sobre el toro", que consistia en que hombres y mujeres, completamente desnudos bailaban y realizaban acrobacias al rededor y sobre el toro, impulsandose sobre él agarrandose a sus cuernos, que eran sagrados. Era un espectáculo y ejercicio que exigia no menos valor que el actual y en el que no habia tortura ni muerte, solo compenetración con el animal y respeto por lo que este respresentaba.

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  7. @Sergio: dejemos el tema de los nacionalismos, silvuplé porfaplís. Si al menos tuviéramos ninjas...

    @Bel: muchísimas gracias por tu participación, ojalá se te viese más por aquí. El apunte sobre el rito cretense es fantástico, y además coincide con la versión idealizada de Creta, cosa que siempre es de agradecer. La imagen que nos traes es poderosísima.

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  8. Intentaré, aunque sea brevemente exponer mis opiniones al respecto, o no continuará pasando el tiempo y no lo haré.

    Vaya por delante que desde pequeño he visto y vivido en casa la tauromaquia como un arte. Tanto a mis abuelos como a mi padre les gustaba. Así que desde muy temprana edad vi el toreo como algo "normal" y donde era posible apreciar ciertas virtudes.

    Ahora bien, con el tiempo, uno descubre y entiende que es una tortura pública la que se hace con los toros de lidia. Más o menos como los ajusticiamientos públicos de la época medieval que nos muestras las recreaciones (en algunos supuestos países avanzados se hace hoy en día en "petit commité"). Quizá porque siempre he tenido una tendencia casi insana para "apreciar" la evolución de la tortura podía haberme posicionado, como tantos miembros de la "culturalidad" española, en la posición de "mientras no lo prohiban seguiré disfrutando con ello". Claro que también se podía evolucionar con la búsqueda de una reinvención de la tradición en la que el animal no sufriese. ¿Quizá recuperar parte del espíritu de la "danza cretense" que ha comentado Bel?

    Respecto al siempre muy problemático aspecto de los nacionalismos no olvidemos que esto nace como una propuesta popular que se convierte en ILP que debe pasar los filtros parlamentarios. Y entonces uno se pregunta: ¿preferís parte de la prohibición o ninguna? Ahora se supone que podéis tratar de seguir por esa senda.

    Ya que se ha comentado, citándolo como muestra el tema del esclavismo, no olvidemos, por ejemplo, que en los States después de abolirse se tardó mucho tiempo en desaparecer "realmente".

    Y el último aspecto, quizá porqué soy un nostálgico de lo que no fue, pero quizá debía haber sido, aunque sólo fuese en los sueños, el mayo del 68, me planteo si la prohibición era la mejor solución. ¿Interdit d'interdire?

    Y ahora voy a seguir rizando el rizo, en el fondo nos gusta polemizar. Incluso alguno dirá que estoy haciendo una reductio ad absurdum pero ya que estamos en este estado de defensa de los derechos animales: ¿Aboliremos que la gente pueda tener pajaritos en sus jaulas? ¿Prohibiremos que según que tipo de perros (o todos!) no puedan vivir en ciudades ya que no es su hábitat y hay condicioses perjudiciales para ellos? Porque a lo que no pienso renunciar es a seguir matando cucarachas.

    Ah, y seguro que alguno de los inspiradores me atacaría por trabajar con animales de laboratorio.

    Sea como fuere debemos agradecer a Pedro esta muy interesante entrada. (Y por permitirme alborotar, o intentarlo, el gallinero).

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  9. Pues lo siento, pero yo sí voy a tratar en mi aportación el tema de los nacionalismos. Porque creo que es indisoluble de lo que ha sucedido y porque aporta un ingrediente de hipocresía lamentable a lo que, ya adelanto, al menos por una vez en la vida ha tenido una consecuencia positiva. Pero mi alegría por la abolición de semejante hijoputez no puede menos que verse empañada por el comportamiento de nuestros muy patriotas políticos. Y la indignación empieza por el habitual uso de la mentira histórica, porque parece documentado que en Catalunya hay corridas de toros desde hace al menos dos siglos. Si aportamos ese factor a la tesis nacionalista de que aquí hace un siglo no había ni Dios que hablara castellano (esto lo ha dicho delante mío un historiador nacionalista como algo fuera de toda discusión. Lo doy por bueno), las cuentas de que los toros sean una tradición española que en la civilizada Catalunya no tiene cabida y ha sido impuesta por la "ocupación" no me salen. Añádele a eso que Macià y Companys, nada menos, eran fans acérrimos y presidieron corridas de toros. Cuando le comento esto a algún amigo nacionalista me sueltan que sí, que lo que solivianta a los nacionalistas es que la estética del toreo catalán o no español (en la que de repente son unos expertos) era diferente y que el toreo se vio infectado por el propósito de Franco de coger el folklore andaluz y convertirlo en el folklore oficial español, traje de luces, boina, pose chulesca, etc. Es decir, confiesan que, como a Joan Puigcercós, por mucho que mienta, el sufrimiento del toro les importa una higa, solo les importan las leyes no escritas de la Formación del Espíritu Nacional en versión pirenaica. Si no fuera porque también es mentira, porque un servidor ha visto las fotos de esas corridas presididas por los próceres de la patria catalana y eran exactamente lo mismo, el traje y lo demás. Y que yo sepa eran anteriores al franquismo, a Companys se le ve con muy buena salud.

    Qué ha pasado, pues, para que los toros sean vistos como el colmo del casticismo español? El impulso que le dio el franquismo para anestesiar a las masas (parangonable al del fútbol, ah! no, perdón, que ese hoy en día es una expresión de voluntad democrática felizmente liberada del uso anestésico y de exaltación patriotera que le dio el franquismo.
    Esperen, que me tomo la pastilla), unido a la promoción del tema en el extranjero como gancho turístico que hace que los toros, aún hoy en día, sean vistos por el guiri desinformado como el colmo de todo lo español. Y otros factores. Sin embargo, los correbous no, porque son algo muy nostrat, muy diferente de la barbarie española, y al toro no se le mata. Sólo se le colocan bolas de alquitrán ardiendo, antes en los cuernos y ahora, para calmar conciencias, en un armazón sobre los cuernos que uno duda maliciosamente que libren al bicho de los goterones de alquitrán ardiendo sobre los ojos y el cuello.

    Una vez dicho todo esto, como amante de los animales y detractor de las patrias, me alegro. Me alegro del hecho de que, en una porción de territorio determinado, no se volverá a permitir esa hijoputez. Y me alegro de que en Catalunya haya una ley de protección de los animales muy avanzada en general, aunque con varias contradicciones y lagunas de las que no es el momento de hablar para no extendernos más. Y sí, señores cínicos taurinos, no han descubierto la penicilina diciéndonos que nosotros comemos animales. Como cualquier depredador, sólo que no conozco ningún depredador no humano que torture salvajemente a su sustento por diversión o coartada cultural antes de comérselo. Lo mata para comérselo y punto. Y sí, Pedro, aplausos para los promotores de la ILP, que no tenían más intención que la de acabar con la barbarie, como han dejado patente diciendo en voz alta que si alguien iba a votar el tema en clave únicamente nacionalista, que se abstuviera. Bravo porque al final, y por una vez, y aunque parezca y ellos piensen lo contrario, los nacionalistas han sido el instrumento útil y no al revés.

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