Publicidad, junto a su hermana Propaganda, siempre han estado mal vistas en el Olimpo de las artes. Para un artista, usar su talento con un fin publicitario es siempre un camino de funambulista entre el mensaje, la catarsis, la conexión con el espectador y la sorpresa; y el dinero. Don Dinero, como dijo Quevedo.
Aunque no lo parezca, es un anuncio de una cadena de supermercados.
Sin embargo, a veces coincide el propósito de la marca con las buenas intenciones. Éste es uno de mis favoritos:
Ya está por hoy. Dos anuncios. Dos formas de hacer las cosas.
bueno, muy feo el anuncio del super, pero muy buena tu reflexion.
ResponderEliminarDe hecho aquí hay un debate imprescindible.
ResponderEliminarEl primer anuncio lo calificamos unánimemente como "malo". Pero sería difícil estar todos igual de acuerdo en el porqué.
¡Cuidado! Ciertos argumentos fáciles en contra del primero, en especial los que aboguen por un sexismo trasnochado, también podrían ser usados para rebatir al segundo.
Estos dos enlaces los publiqué en su momento por separado en Facebook. Pero hacía tiempo que tenía ganas de colgarlos así, uno junto a otro, porque la frontera es tan, tan, tan difusa...
¡Gracias por albedrizarte, Rebe!
Los culos venden.
ResponderEliminarDe todas formas, ultimamente con tanto argumento sobre el seximso, casi estamos perdiendo el norte, y ya de paso el sentido el humor. No me parece un mal anuncio, aunque no sea precisamente elegante.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Jordim. Además, permite seguir tirando del hilo del ovillo:
ResponderEliminarEl primer anuncio, el del súper, el malo, no deja de ser un anuncio valiente, osado, provocativo y, además, hasta cierto punto, gracioso y sorprendente. Quien lo hizo sabía que se iba a meter en un buen lío.
El segundo, pese a jugar conceptualmente con lo mismo o peor (e.g., la escena de la chica celosa es reprochable cuanto menos), es mucho más conservador. Y no sólo eso, sino que además pega el golpe bajo de dejar que el trabajo lo hagan las neuronas espejo, al alegrarnos por los triunfos ajenos.
Me gusta que ambos empiecen enfocando los pies. Unos avanzando, otros retrocediendo.
¿Y cómo serían ambos anuncios protagonizados por hombres? (y seguramente, escritos por mujeres)
Tu última reflexión Pedro, ya manifiesta negro sobre blanco (o con matices de grises y azules) las ideas de muchos.
ResponderEliminarDe hecho es cierto que el primer anuncio cumple a nivel publicitario: se estaba seguro que de él se hablaría, y eso provocava hablar de la cadena. Otra cosa es que el producto no tenga un empaque estético al gusto de todo el mundo (habla a nivel "artístico"), pese al punto divertido que introduce -lo único que quizá, a vista de este comentador, lo salvaría-.
El segundo busca llegar al espectador desde la vertiente artística de mostrar un mensaje al espectador. La tendencia de tratar de mostrar que la publicidad no es baldía, intelectualmente hablando, y que puede ser un arte con contenido. Coincido contigo con el hecho que me gusta el juego con los pies. Respecto al hecho de los triunfos ajenos, ya sabemos que en "todo aquello que vemos" triunfa la idea de ver que siempre hay otros que están peor y por otro lado el ser capaces de identificarnos con los protagonistas para sabernos vencedores y capacitados para ello.
Y tras esta disgresión recordar que el primer objetivo de la publicidad es vender, otra cosa es el valor artístico, que la humanidad sintiéndose inferior ante las perfectas sombras divinas de la caverna, trata de encontrar en todo lo que hace.